viernes, 25 de enero de 2008

El problema del hombre blanco

Hace 400 años que los aborígenes venimos hablando del “problema del hombre blanco” e intentando distintas soluciones para mejorar y elevar sus niveles de vida. Los magros resultados alcanzados nos deben hacer reflexionar seriamente sobre el camino a seguir para lograr la definitiva solución del problema, que se mantiene y acrecienta para vergüenza de nuestra cultura indígena.

Conseguir la integración del blanco es el imperativo y el desafío de la hora, que todo aborigen bien nacido, debe aceptar.

Por ello me permito hacer algunas reflexiones básicas que sirvan de honesta colaboración para la discusión de soluciones a este problema que los aborígenes chaqueños tenemos la obligación de hallar la salida adecuada.

Considero que el error fundamental de la política blanquista que se siguió hasta el presente ha sido tratar de “incorporar” al blanco a nuestra sociedad, en lugar de estimular el proceso de “integración” chaqueña.

Incorporar es hacer caso omiso de la particular cultura del hombre blanco o considerarla peyorativamente y por ende tratar de imponer la nuestra por considerarla mejor. Como si ese remplazo fuera fácil de lograr y el hombre blanco pudiera, de la noche a la mañana, saltar sobre su experiencia de siglos olvidándola por completo.

Esta política de incorporación nos ha llevado a enjuiciar en forma negativa al blanco, calificarlos de egoístas, falsos, sin sentido de solidaridad, con afán desmedido de acumular riquezas materiales, capaz de faltar a la palabra empeñada, de robar de asesinar, de especular, de engañar, etc. Con tales prejuicios nunca se podrá entablar relaciones apropiadas para que prive buena comunicación y colaboración sincera.

El peor error que cometimos los aborígenes ha sido juzgar al blanco de acuerdo a nuestras pautas culturales. Así nunca tuvimos en cuenta sus valores inspiradores de su conducta y entonces fácil es acusar al pobre blanco de Cacharay (ladrón) cuando él inocentemente se queda con nuestras tierras, o cuando el almacenero pesa mal la yerba o la harina que nos vende a un precio mucho más elevado que el fijado oficialmente, olvidamos que esa es una pauta cultural del blanco, hacer leyes perfectas para vulnerarlas de inmediato o apropiarse de lo ajeno como lo más natural del mundo.

El peor error que cometimos los aborígenes ha sido juzgar al blanco de acuerdo a nuestras pautas culturales. Nunca tuvimos en cuenta las pautas que inspiran su conducta. Por eso tratamos de Cacharay (ladrón) al bolichero que pesa mal la yerba o el azúcar que nos vende a un precio superior al oficialmente establecido. Olvidamos que en lo que ellos llaman “comercio” no tienen “amigos ni parientes” (lo dicen) y tratan de la ganar la chigüé (plata) de cualquier manera- Algo similar ocurre cuando alambran nuestros campos. Los aborígenes olvidamos que ellos quieren “el progreso” y por lo tanto hay que tener más, siempre más, aunque con ellos perjudiquen a otros.

Considetamos fácil el proceso de incorporarlos a nuestra cultura y allí están los resultados de nuestros errores, el pobre blanco se desangra por intereses materiales, matan en nombre de ideales, perjudican a sus mismos hermanos de raza, pregonan que “el tiempo es oro” y viven con una ansiedad creciente, insatisfechos permanentes no se conforman con lo que tienen. Quieren cada día más y más. Destruyen bosques, matan despiadadamente animales y aves en nombre del “deporte”. ¿Cuándo dejaremos los aborígenes de recitar doctrinas “blanquistas” y realmente ayudaremos al blanco?

Tratemos de comprender su cultura y a partir de allí podremos realmente ayudarlos a elevar sus niveles de vida. No tratemos de incorporar al blanco, tratemos de integrarlo.


René James Sotelo - Borradores

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