Mi hijo, el representante de los niños
en esta costa abandonada por la Musa,
hoy cumple entusiasta y tenaz cuatro años.
Los autoretratos de Roberto Bolaño
vuelan fantasmales como las gaviotas en la noche
y caen sus pies como el rocío car
en las hojas de un árbol, el representante
de todo lo que pudimos haber sido,
fuertes y con raíces en lo que no cambia.
Pero no tuvimos fe o la tuvimos en tantas cosas
finalmente destruidas por la realidad
(la Revolución, por ejemplo, esa pradera
de banderas rojas, campos de feraz pastura)
que nuestras raíces fueron como las nubes
de Baudelaire. Y ahora son los autorretratos
de Lautaro Bolaño los que danzan en la luz
cegadora. Luz de sueño y maravilla, luz
de detectives errantes y de boxeadores cuyo valor
iluminó nuestras soledades. Aquella que dice:
soy la que no evita la soledad, pero también soy
la cantante de la caverna, la que arrastra
a los padres y alos hijos hacia la belleza.
Y en eso confío.
Roberto Bolaño - La universidad desconocida
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