lunes, 10 de septiembre de 2007

C

La sirvienta de gran corazón de quien estabas celosa,
y que duerme su sueño bajo el humilde césped,
es digna de ofrecerle algunas flores
los muertos, los infelices muertos, padecen grandes dolores
y cuando octubre sopla en torno a los viejos árboles,
su viento melancólico abraza sus mármoles,
y encuentran a los seres vivientes e ingratos,
dormir cálidos en sus tibios lechos,
mientras los devoran negros ensueños
sin compañeros en el lecho, y en silencio,
viejos esqueletos helados por los gusanos roídos,
sienten como gotean las nieves del invierno,
para retirarle los harapos que de ellos cuelgan,
cuando el leño silva y canta, si la noche
calma en su sillón la veo recostarse,
si una noche azulada y fría de diciembre,
en el rincón de mi cuarto, recogida la encontrara,
grave y como viniendo de su lecho eterno
acariciando al hijo con su maternal mirada
¿Qué podría responderle a esta piadosa alma,
viendo en sus párpados profundos caerle las lágrimas?

Charles Baudelaire - Las Flores del Mal

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