domingo, 30 de septiembre de 2007

El regreso II

Aquí todas las cosas se acercan a tu palabra con caricias y te miman: porque quieren subir a tu espalda. Montado en todos tus símbolos cabalgas aquí hacia todas las verdades.
Aquí puedes hablar a todas las cosas con rectitud y franqueza, y la verdad, les suena como un elogio el que se les hable a todas con rectitud.
Muy distinto es el abandono. Porque, ¿te acuerdas, Zaratustra? Cuando tu ave se puso a gritar por encima de ti, estando tú en el bosque, indeciso, sin saber donde ir, cerca de un cadáver; cuando decías: "¡Que mis animales me guíen! he encontrado más peligro entre los hombres que entre los animales", ¡aquello era abandono!
¿Y te acuerdas, Zaratustra? Cuando estabas sentado en tu isla, fuente de vino entre vacíos cubos, dando de beber sin tasa a los sedientos, hasta que al fin tú fuiste el único sediento entre beodos, y decías de noche lamentándote: "¿No es mayor goce tomar que dar? ¿No es mayor goce aún robar que tomar?", ¡aquello era abandono!
¿Y te acuerdas, Zaratustra? Cuando llegó tu hora más silenciosa y te sacó de ti mismo; cuando te cuchicheó malignamente: "¡Habla y sucumbe!", cuando te disgustó de tu espera y de tu silencio y abatió su decaído ánimo, ¡aquello era abandono!
¡Oh, soledad! ¡Patria mía! ¡Qué celestial y afectuosamente me habla tu voz!


Friedrich Nietzsche - Así Habló Zaratustra

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